Análisis

13.Jul.2016 / 01:24 pm / Haga un comentario

Nuevamente Estados Unidos entra en modo conmoción ante otra masacre, esta vez en medio de protestas antirracistas a raíz de dos asesinatos con evidentes matices de abuso y exceso policial, con los casos de Alton Sterling en Luisiana y Philando Castile en Minnesota. A partir de estos hechos, transmitidos en vivo por las redes sociales, en Dallas se desató un sangriento tiroteo a manos de un francotirador “indignado”, el cual disparó armas de alto calibre contra los cordones policiales, dejando un saldo mortal de 5 policías asesinados y 9 personas más heridas, la mayoría también policías. Siendo este el peor incidente contra “fuerzas policiales desde los ataques del 11 de septiembre de 2001”.

Inmediatamente se estableció que estábamos ante la presencia de un nuevo “lobo solitario”. Difíciles de detectar, estos se caracterizan por ser atacantes armados extremistas. Son combatientes locales, un vecino cualquiera, muchas veces sin conexión o militancia previa con organizaciones radicales; y por el tipo de ataque que preparan (escaramuzas rápidas), “No necesitan demasiada preparación, no utilizan demasiados recursos y los objetivos siempre están ahí”. Son ejecutantes sin retorno, es decir, están dispuestos y prestos para cumplir con su objetivo incluso llegando a la inmolación (la vocación del atacante suicida).

La matanza realizada en Dallas fue dirigida esencialmente contra las fuerzas policiales blancas, sin embargo, los objetivos en el pasado han sido jóvenes, estudiantes o empleados federales. Las matanzas efectuadas por los “lobos solitarios” han descargado su odio mortal contra escuelas, universidades, instalaciones militares, centros comerciales, cines, maratones, edificios federales e incluso han disparado varias veces contra la propia Casa Blanca en Washington, DC.

Los casos más relevantes han sido los del veterano de la Guerra del Golfo Timothy McVeigh, que voló con fertilizantes el edificio federal en Oklahoma City en 1995 o los trágicos tiroteos y atentados con explosivos en el Maratón de Boston en 2013, la matanza de San Bernardino o los recientes crímenes de odio en la discoteca de Orlando.

El debate está prendido en Estados Unidos de cómo controlar y combatir a los “lobos solitarios” si en cualquier mercado o centro comercial venden armas por la libre, hasta por Internet. Nadie en este país tiene la capacidad de enfrentar al poderoso lobby de la National Rifle Association (NRA), que defiende demencialmente su derecho a portar armas (y las ganancias de la industria armamentista también, claro está) y sin miramientos se opone a cualquier proyecto de ley que pretenda controlar la venta de armas. Son más poderosos que el Gobierno Federal de Estados Unidos o el propio Congreso, donde tienen sus propios “representantes” asalariados.

Volviendo al tema de los “lobos solitarios”, más que el propio número de víctimas o la magnitud de la destrucción, la generación de terror es el efecto simbólico más importante. El resultado salta a la vista, no hay lugar seguro al interior de Estados Unidos.

Frente a esto, y al igual que en el caso de las células terroristas del Medio Oriente, la monstruosa maquinaria asesina-militar y de inteligencia de Estados Unidos es totalmente inoperante e inocua frente a pequeñas estructuras de una, dos o tres personas (los cualquiera) preparadas y listas para matar a discreción. Sus bombas atómicas, portaviones, misiles, satélites, drones y demás armas “inteligentes” son inútiles tanto en los desiertos llenos de dunas y arena como entre la multitud urbana de sus grandes ciudades.

Desde la tribuna y asépticamente detrás del espejo de la oscuridad de la historia, más impotente y frustrado que cualquier otra cosa, el presidente Obama apenas pudo farfullar que estaban frente a un nuevo ataque “salvaje, calculado y despreciable”. Volvió a decantarse por descargar y culpar al “irrelevante” sistema de control de armas, sugiriendo nuevamente que esta es la causa principal del incremento de los ataques mortales. Obama omite nuevamente las causas sociales de discriminación y violencia que viven millones de ciudadanos en las sombras periféricas del capitalismo.

Recordando los manuales de la Escuela de Las Américas, renombrada ahora como el impoluto Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad, queda la duda si están preparados los militares norteamericanos para enfrentar a sus nuevos “enemigos internos”, a sus propios y respetables ciudadanos. En este caso, vecinos y colegas que un día despiertan brotados y poseídos por el odio, listos para apretar el gatillo contra cualquier fútil objetivo. Docenas de “células durmientes” deben estar esperando su turno para la activación.

Destaca especialmente que el francotirador de Dallas, Micah Xavier Johnson, es un condecorado veterano de la guerra de Afganistán. Es decir, nuevamente un atacante mortal estaba eficientemente entrenado en el uso de las armas por el aparato militar norteamericano. Cosecha este país su modelo aberrante, violento y represor.

En todo caso, Dios proteja a las minorías norteamericanas, que ahora con mayor conciencia y unidad, han salido a protestar contra la discriminación racial por todo Estados Unidos. Más de 18 ciudades efectuaron masivas manifestaciones contra la violencia policial. Sin embargo, no fueron recibidas con los brazos abiertos bajo el amparo de sus libertades civiles, han sido reprimidas, principalmente en New York y Arizona, donde la policía arrestó a decenas de manifestantes, incluidos a los miembros del movimiento “Las vidas de los negros importa” (que alegórico y emblemático nombre).

Estas son parte de las contradicciones internas del “mejor” país del mundo. Locuras, ocurrencias y disparates de los aventajados vástagos del Tío Sam.

Richard Canan

Sociólogo

@richardcanan

 

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