Análisis

15.Jul.2019 / 11:25 am / Haga un comentario

Hay un grito de combate que está resonando en todos los rincones del país, tanto en civiles como militares. Una exclamación que cuando escucho me hace pensar en el revolucionario mexicano Emiliano Zapata quien decía: “Quiero morir siendo esclavo de los principios y no de los hombres”.
Justamente eso es lo que significa esta frase en boca de quienes estamos firmes con nuestras convicciones, con nuestra Constitución como escudo y sosteniendo los valores allí expuestos como nuestros principios.
En los 20 años del proceso de transformación nacional nos hemos guiado por las ideas de nuestros libertadores y las del comandante Hugo Chávez; y hemos aceptado plenamente regirnos por los lineamientos esbozados en nuestra Carta Magna. La nuestra, la bolivariana, es una Constitución surgida del debate de ideas cuando diversos pensamientos y maneras de concebir la sociedad se encontraron y concluyeron en acuerdos que sustentan hoy la construcción de nuestra Patria. Así entonces la Constituyente del 99 fue profundamente democrática al nacer.
Es a ese espíritu democrático y dialogante al que somos leales. La nuestra es una visión amplia, una sociedad en la que la figura del Presidente es la del pueblo. Un Pueblo, así con mayúscula, constituido en Nación. Y somos Nación porque compartimos este acuerdo llamado Constitución, una misma memoria, una misma historia, un territorio maravilloso, las mismas tradiciones y las mismas manifestaciones culturales, es decir, coincidimos en una misma identidad que nos hace venezolanas y venezolanos.
A eso somos leales. A nuestra promesa por darle forma definitiva a un sistema de justicia y equidad, donde todos somos corresponsables. Estamos moralmente comprometidos a participar según nuestra capacidad y formación en la construcción del país a pesar de las dificultades que afrontamos a causa del bloqueo económico.
Así los principios materializados en las siete leyes del Poder Popular nos marcan el camino hacia una necesaria transformación del modelo socioeconómico. Hay que dejar atrás la visión depredadora capitalista y avanzar en el desarrollo a través de alternativas justas y eficientes. Somos leales a los intereses colectivos, a la convicción de que juntos somos más.
Nuestra lealtad nos obliga también a luchar cada día contra la corrupción y la injusticia. Como parte de su visión estoica, sencilla y justa decía el filósofo romano Séneca: la fidelidad que ha sido comprada con dinero, puede ser vencida por el dinero. Por eso, no podemos permitir que ninguna persona se aproveche de su cargo ni de ninguna prebenda para quedarse y negociar los bienes que el Estado distribuye a las comunidades para garantizar su alimentación, su calzado y vestido, su educación, su salud.
Nuestra lealtad nos exige combatir toda cosa, toda obra, toda misión que se esté deformando por el egoísmo humano porque, como decía Chávez, hay que ser irreverentes en la discusión y leales en la acción.
Nuestra lealtad nos pone en el sendero del compromiso con el otro, y en la obligación de ser honestos, de aprender a aceptar las decisiones del colectivo, a sabernos servidores y no servidos, a respetar y ser respetados.
Por Héctor Rodríguez
 

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