Análisis

3.Abr.2020 / 07:57 pm / Haga un comentario

Por: Darwin Jaramillo

En los últimos 30 años, Estados Unidos ha evolucionado sus pretensiones de supremacía mundial, y no tanto por cambios de interés sino por obstáculos que se han presentado en su proyecto de dominación global.

Tres décadas que pueden dividirse sustancialmente en tres etapas.

Década de los 90, la última del siglo XX. Estos años materializaron los sueños y anhelos norteamericanos, aquellos que surgieron luego que dejaran a un lado su aislamiento continental y participaran en la I Guerra Mundial. Estos años marcaron la existencia de un mundo Unipolar, cayó la Unión Soviética, Europa no terminaba de unirse, los gobernantes latinoamericanos caían rendidos ante los “encantos” y “promesas” del neoliberalismo, y hasta el politólogo Francis Fukuyama publicó en 1992 su famoso libro “El fin de la Historia y el último hombre” como una demostración teórica de la victoria del sistema de democracia liberal norteamericano sobre otras ideologías en el mundo… en fin, el sueño “americano”, un sueño que ya contaba con murmullos de cambio.

Durante el transcurso de la primera década del siglo XXI, la cosa comienza a complicarse, ahora existe la Unión Europea, China galopa como emergente con la mira puesta en título de potencia mundial, una Rusia que pasó de un Yelsin a un Putin, una Latinoamérica con Chávez, Lula y Kirchner; mientras que en el mundo árabe, los movimientos fundamentalistas (propiciados inicialmente por el gobierno norteamericano con características supranacionales), comenzaron a descontrolarse, y en medio de este escenario complicado, el mundo continuaba siendo unipolar, de acuerdo a los conceptos ortodoxos, pero sin características hegemónicas, tanto en lo ideológico como en lo práctico.

Llegamos a la década del 2010, segunda del siglo XXI. Ciertamente una época compleja para Latinoamérica, “el tradicional patio trasero norteamericano”, pero también para la pretensión hegemónica mundial estadounidense. Un escenario donde tenemos una poderosa Rusia y una imponente China, quienes superaron las diferencias dogmáticas ideológicas y ahora estas 2 naciones logran cooperar estrechamente, donde al mismo tiempo buscan consolidar una integración asiática más allá de las diferencias, ejemplo la “Organización de Shanghái” donde conviven India y Paquistán… y todo esto sucedió a pesar de las acciones permanentes de Estados Unidos para dividir esa región para, finalmente, concretar su aspiración de ejercer su dominio en Asia.

Ahora bien, luego de este breve recuento somero se nos presentan las siguientes interrogantes: ¿Qué debe hacer Estados Unidos para garantizar su hegemonía mundial? ¿Tienen los gringos la capacidad y el poderío para materializar solos una dominación global? ¿Realmente habíamos llegado “al fin de la historia”?

Rápidamente podemos responder estas preguntas de la siguiente forma:

Para que el proyecto “norteamericano” consolide una hegemonía, parecida al menos, a la que protagonizó en década de los 90, debería tener un poderío económico y político semejante a esos años, lo que no es probable al corto plazo. La única opción que tiene, por los momentos, es la intimidación y el uso de la fuerza bruta, por eso un personaje como Trump al frente del gobierno de ese país, fue una acción destinada para tratar hacer que “América sea grande otra vez”.

Segundo, algunos teóricos de las relaciones internacionales califican la unipolaridad, como el sistema más “estable” para una sociedad global, donde un país o polo debe denotar un carácter de supremacía ante los demás. Estados Unidos busca su hegemonía nuevamente, sueña con volver a ser el todopoderoso pero la realidad le ha demostrado otra cosa: ha tenido que ceder, viajar mucho para convencer a países que antes dominaba con una llamada; asumir que Turquia, causante primaria de una crisis de los misiles con la extinta URSS, ahora le compre sistemas antiaéreos a los rusos. Lidiar con una China galopante, las armas futuristas rusas, una Corea del Norte rebelde y una fragmentada Unión Europea que ya no obedece a rajatabla, mientras hace de todo para volver a dominar en su “propio patio trasero”.

Por último, es obvio que la historia no ha llegado a su fin, todo lo contrario, recién inicia, y con una crisis que profundiza aún más esta realidad, la pandemia del COVID-19. Es temprano para vislumbrar el escenario mundial desde el punto de vista político, económico y de las relaciones internacionales, sobre todo cuando se vuelve a hablar de autosuficiencias en detrimento de un mundo globalizado.

¿Qué estarán pensando en estos días los seguidores de Fukuyama de los 90?

 

Darwin Jaramillo

Analista político y militante del PSUV

Secretaria Ejecutiva PSUV Miranda

 

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