Análisis

31.Jul.2019 / 11:58 am / Haga un comentario

 

 

El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”, nos marcó como rumbo para nuestra patria El Libertador Simón Bolívar.

 

En función de ello, el primer artículo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela recalca que somos irrevocablemente libres y nos fundamentamos en nuestro patrimonio moral y en los valores de libertad, igualdad, justicia y paz.

 

Y como el sistema de gobierno nos lo damos nosotros mismos, este proceso revolucionario plantea que nos debemos organizar desde la base. Nos corresponde entonces transformar un Estado vertical en un Estado horizontal, donde todos tenemos no sólo el derecho sino el deber de integrarnos, aportar y construir juntos la mayor suma de felicidad posible.

 

Nuestros gobernadores, alcaldes y diputados tienen que trabajar sistemática e incansablemente en transferir la toma de decisiones y la administración del erario público a las comunidades organizadas y concientes, de manera que mirándonos directamente a los ojos, los unos y los otros, podamos establecer nuestra ruta común, garantizando que cada persona disfrute de buenas condiciones, de oportunidades para vivir plenamente y aportar su mejor granito de arena.

 

Pero cuidado, nadie ha dicho que esto sería fácil, ni que basta con quererlo para tenerlo. Se trata de un proceso que involucra grandes cambios, formación, seguimiento. Justamente sobre este tema el Papa Francisco, argentino y jesuita, nos dice: Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos, será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión.

 

Hay gobiernos que promueven la violencia, alimentan a bandas, fomentan el egoísmo, bloquean a otros países, pero nosotros realmente somos diferentes. Tenemos la sangre caribe en nuestras venas, tenemos el espíritu indómito del cimarrón, del negro que nació libre y detesta la esclavitud; somos resistentes y jamás cedemos a presiones cargadas de injusticia.

 

Nos complace conversar, trabajamos por la paz, condenamos la violencia venga de donde venga, abrimos canales para comunicarnos con todas y todos sin importar su ideología, acaso no les es familiar el comentario: “tengo muchos amigos opositores”; desafortunadamente haría falta escuchar la otra versión: “tengo muchos amigos chavistas”; allí hay un ejemplo de la vida cotidiana que sirve como ejemplo del carácter dialogante y tolerante del modelo revolucionario. Nuestra postura es histórica. Hemos recibido con los brazos abiertos a hermanos y hermanas de todas partes del mundo. Los hemos tratado como familia, hemos incorporado sus costumbres a las nuestras, han podido vivir en plena paz en nuestra tierra y eso nos complace y nos enorgullece. Eso somos los venezolanos, los mismos que salimos de nuestras fronteras a dar independencia y no a convertir a otros en esclavos.

 

En medio de esta crisis generada por el egoísmo de unos pocos, seguimos orgullosos de pie, dando la batalla, sin doblar el brazo ni traicionar nuestros valores e ideales, buscando mecanismos para alcanzar acuerdos que nos beneficien a todos los venezolanos. Un gran ejemplo de esto es el acompañamiento de los pueblos del mundo que sueñan con un cambio, con una esperanza para sobrevivir a tanta barbarie, están aquí, debatiendo, acompañándonos en el Foro de São Paulo, que nos deja respirando el triunfo de la justicia y la igualdad, que nos da esperanzas para una pronta victoria.

 

Somos muchos los pueblos despiertos y listos para defender, como lo demostramos ante cada ataque, nuestra posición. Sin embargo no apostamos a la violencia y agotaremos todos los canales posibles para reestablecer la política de altura que tanto demanda nuestro país y que fue un legado indiscutible del Presidente Hugo Chávez.

Seguimos trabajando por la paz, la seguridad y la esperanza. Nada nos detiene.

 

Por Héctor Rodríguez

 

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