Análisis

21.Ago.2020 / 06:22 pm / Haga un comentario

Por: Richard Canan

Procrastinar significa, según el diccionario de la RAE, “Diferir, aplazar”. En términos precisos es el arte de postergar las tareas pendientes, eludir las responsabilidades o dejar de tomar decisiones, que todo se vaya resolviendo por inercia o por la intervención de terceros. El procrastinador profesional es como un avestruz, evade siempre sus responsabilidades o tiene miles de excusas para justificar sus inacciones. Es lo contrario a lo que es un verdadero líder que se afana en tomar decisiones y asumir cabalmente sus responsabilidades. En el ámbito político es un tema muy serio, pues el aplazamiento en la toma de decisiones puede implicar afectaciones negativas para toda la sociedad.

Desvariando como de costumbre vuelve a aparecer el psicótico diputado Guaidó. Experto procrastinador, tal cual como Cantinflas, vive del arte de hacer como que hace, para al final no hacer nada. Puras fintas para las redes sociales, haciendo morisquetas para calmar la tribuna y justificar que nunca más volverán a participar en elecciones por el pequeño detalle de carecer del apoyo popular. Además, esta derecha apátrida carece de autonomía por lo que no pueden salirse del guion escrito por los halcones de la Casa Blanca. Todo su metabolismo está impregnado por la despótica premisa de la salida de fuerza, pateando la mesa del escenario electoral, aspirando ilusamente que ingentes fuerzas extranjeras vengan a ungirlo y coronarlo, como príncipe regente para toda la eternidad de la neocolonia que denominarán Estados Unidos Americanos de Venezuela. Esta es la mayor fantasía de Guaidó y sus perversos asociados.

Por eso, el abstencionista Guaidó aparece totalmente desubicado y hablando disparates como si fuera miembro de una secta de catadores de alucinógenos. Siempre desde la soberbia, el fracasado dirigente opositor, expuso quejosamente los nuevos antojos (exigencias pues) de la extrema derecha neofascista venezolana para volver a participar en elecciones parlamentarias o presidenciales.

Así, la primera exigencia es que Guaidó y sus asociados sean los únicos que puedan elegir y nombrar a sus gallos tapados para conformar un verdadero “CNE imparcial” puro y casto, pero que solo respondan a los exclusivos intereses de su alicaída facción política. Plantea pues montar una especie de parrillada, donde pondría a sus zamuros de la extrema derecha a cuidar la carne.

La segunda impostergable petición es consentir la “participación plena de todos los partidos políticos, cese de inhabilitaciones y enjuiciamiento de los dirigentes”, es decir, propone Guaidó que se imponga en el país el reino de la impunidad y la injusticia, buscando liberar a todos los hampones (con disfraz de políticos) que se encuentran enfrentando a la justicia, motivado a sus imparables tendencias de promover y ejecutar golpes de Estado, intentos de magnicidio, invasiones con paramilitares, delitos financieros (como legitimación de capitales y malversación de fondos) y otras tantas menudencias que la extrema derecha ha realizado con especial dolo desde el año 2017.

La tercera exigencia del nada agraciado usurpador Guaidó es que se permita el “restablecimiento de la dirigencia natural de los partidos políticos”. Obviando con su recurrente amnesia selectiva, que este es un problema legal que debe ser dirimido ante las instancias judiciales y que se origina por la persistente tendencia de las cúpulas y cogollos de los antidemocráticos partidos de extrema derecha a perpetuarse eternamente (por décadas, décadas y más décadas) en sus cargos de dirección. Dirigentes de base de partidos como Voluntad Popular, Primero Justicia y Acción Democrática han denunciado ante las instancias legales las marramucias realizadas para postergar la realización de elecciones internas, impidiendo la alternabilidad y la renovación de los cargos directivos. Este es un problema de exclusiva responsabilidad de los cogollos enquistados al no permitir la democracia en sus propias organizaciones. Son los militantes de cada partido los que deben reencontrarse para cumplir a cabalidad con sus normativas estatutarias.

La cuarta exigencia es que solo bajo la conducción (pura, desinteresada, imparcial y ecuánime) del “equipo” del nada impoluto Guaidó es que se podrán realizar “elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables”, donde la extrema derecha, aún sin poseer la mayoría del voto popular, pueda fabricar resultados electorales que sean favorables a su exclusiva causa. Este es otro de los delirantes sueños de Guaidó, generar condiciones donde solo participen electores de la extrema derecha y sean inhabilitadas, para participar y votar, todas las fuerzas revolucionarias existentes en el país. Que siga soñando con pajaritos preñados.

La quinta y última exigencia del atolondrado Guaidó es contar con una “observación internacional calificada” que garantice la defensa de sus intereses. Para ello, atesora invitar especialísimamente a una selecta gama de “imparciales” notables (testigos electorales de excepción) provenientes de las filas de sus patrones de la Casa Blanca, de la camarilla golpista del putrefacto Almagro, de los hampones del Cartel de Lima y de sus pares neofascistas de Vox en el Reino de España. Toda una fauna de patitiesos personajes que velarán a muerte por la asunción del espurio príncipe Guaidó.

Guaidó se ha convertido en un fiel creyente de la extraordinaria película el “imaginario mundo del Doctor Parnassus”. De allí saca todos sus disparates y sus deschavetadas ocurrencias. Pero alerta, la verdadera agenda de este nefasto personaje se sustenta en la realización de maléficas acciones para generar “el detonante para empezar una transición política en el país”. Es decir, su apuesta final nunca ha sido la vía democrática y electoral, el propósito incuestionable de la extrema derecha es la salida violenta, esperando que los Marines vengan prestos a hacerles la tarea.

La desubicación de Guaidó no tiene límites. Ahora celebra con gran estupidez que hasta en Oceanía lo apoyan. Parece un chiste de mal gusto, pero envenenados con sus redes sociales y sus laboratorios de guerra sucia, esta derecha apátrida olvidó que en Venezuela es el pueblo, por la vía del voto, el que elige a sus representantes. Ni Trump, ni una coalición de gobiernos de extrema derecha podrán apropiarse jamás el poder que reside en las manos del pueblo venezolano.

Otro descerebrado desliz de Guaidó es afirmar prepotentemente que el 6 de enero se va a instalar con su corona, su cobija y su pijama en Miraflores. Es decir, insinúa que se autojuramentará para toda la eternidad como Diputado, Presidente, Príncipe, benemérito administrador del oro secuestrado en el Banco de Inglaterra y además novio de María Corina. Todos los cargos para él solo. Una entelequia absolutista con su respectiva estatua de mármol blanco presidiendo los fastuosos actos protocolares en los territorios de la nueva colonia norteamericana. La profusa fantasía de Guaidó le permite imaginar a sus graciosos súbditos haciendo preciosas genuflexiones a su paso. Son estas las ideas que revolotean en la mente de este desquiciado personaje.

En las narices frías de Guaidó la realidad es otra. A pesar de sus intentos por boicotear las próximas elecciones parlamentarias, se han inscrito para participar varios partidos afines a la derecha (excelente noticia). Cuando se revisa de qué filas provienen los candidatos de Fuerza Vecinal, Visión Futuro de Miranda y Nuevo Liderazgo Vecinal, parecen muy (pero muy) cercanos a los círculos íntimos de Guaidó, Borges y demás supuestos “abstencionistas”. Otro fracaso en el malogrado “liderazgo” político de Guaidó.

 

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